Cargaba una gran culpa en el corazón, la de lastimar a otra persona.
De pronto, dejé salir las lágrimas. Sentí liberación, sentí perdón, sentí amor. Lloré de amor.
El vacío ahora estaba lleno, lleno de Verdad, lleno de Amor.
Con este nuevo estado expandido, levanté mi cabeza y como la imprimación maternal de un ave, miré a mi Salvador: era Él, era mi espejo.

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